21 enero 2010

El factor caca...


Lo bueno de mi pega es que siempre me pasan cosas diferentes, problemas nuevos y mas de alguna talla, aquí les cuento una de las mas desagradables.
Era un día viernes relajado, yo estaba chequeando el funcionamiento de un Tomógrafo nuevo recién instalado y conversaba animosamente con el Tecnólogo Médico de turno. Los pacientes pasaban por el equipo y todos estábamos muy a gusto con la buena calidad de las imágenes obtenidas. Decidí ir en busca del diariamente necesario café matutino. Cuando salí, estaba entrando un nuevo paciente, ya de edad avanzada, al vestidor, que no es mas que un cuarto de 1mt x 1mt para que el paciente se cambie de ropa y se prepare para el examen.
Cuando volví con mi café, sentí de inmediato un horrible hedor a caca, al parecer nadie se había dado cuenta. Se lo menciono a los presentes, los cuales asintieron mi afirmación y comenzamos a mirar a todos lados. De pronto, nos damos cuenta que bajo la puerta del vestidor del paciente que había ingresado recién, se asomaba un charco de espeso y oscuro líquido café.
El auxiliar golpeó la puerta consultando “Sr., necesita ayuda?”... no hubo respuesta... finalmente se decidió a abrir la puerta y ahí estaba el caballero, parado solo con calzoncillos y todo su cuerpo, desde la cintura hasta los zapatos, cagados como nunca antes había visto en mi maldita existencia, tenía las piernas totalmente color café, el charco de caca ya corría por el pasillo e incluso, nuestro querido caballero había cagado hasta las paredes, prístinas y recién pintadas.
El pobre auxiliar solicitó ayuda a personal de aseo y junto a otra colega ayudó a limpiarse al caballero, le pusieron la bata y lo pasaron al equipo para que por fin se hiciera su examen, al parecer el caballero tenía un problema con su esfinter, y es lógico porque estamos en una clínica, pero cuando entró a la sala del equipo me bajó el miedo de inmediato. Recé para que ojalá ya se haya cagado todo lo que quería estando en el vestidor, porque no me hubiese hecho mucha gracia que se cagara nuevamente sobre un equipo de US$400.000.- recién instalado, en el cual había estado trabajando los últimos 10 días, con calibraciones varias a altas horas de la madrugada y que aún no había sido formalmente entregado, por lo que el responsable de su funcionamiento aún era yo, como Ingeniero a cargo del proyecto. Por lo tanto, si el viejo se cagaba encima, podía causar problemas mayores en cualquier componente del equipo y eso era un retroceso enorme en mi trabajo.
Mientras estaba en eso, la señora del aseo hacía lo imposible por limpiar el vestidor y para evitar que el olor se fuera hacia la sala de espera, se cerraron todas las ventanas y puertas, quedamos encerrados y envueltos en un horripilante, espeso y ciertamente nauseabundo olor a caca, esa caca líquida similar a la caña dieciochera, pero con el buqué que le otoroga un longevo intestino grueso.
Por suerte el viejo no se volvió a cagar, la señora del aseo dejó impecable luego de una ardua batalla y un glade completo algo aminoró el impacto (a los pocos días las paredes fueron re-pintadas), pero lamentablemente quedé con el olor en la nariz, la sugestión también me impregnó la ropa y lo peor de todo... tuve que botar el café, mi mokaccino se había transformado de pronto en un asqueroso cacaccino.