05 marzo 2008

"Vamos a Cancha... donde está el Rock & Roll"


Hace tiempo que no iba a un concierto de verdad, es decir, el año pasado fui a muy buenos conciertos, pero como ya estoy más viejo y webeo más, había ido a teatros, sentado cómodamente a disfrutar de la música… pero esta vez fue diferente.

Dream theater se presentaba en la pista atlética del Estadio Nacional, yo compré la entrada dos meses antes porque Dream es de esos grupos que hay que ver si o si, el viernes llamo a mi compadre Michael pa’ ponernos de acuerdo y me sorprende diciéndome que se cambió la locación al Arena Santiago, genial, mucho mejor…
Como la entrada era general y a ultima hora se cambio, estaba la posibilidad de tomar cualquier ubicación: Platea baja o alta, donde estaríamos sentaditos en las cómodas butacas del Arena, o ir a cancha a saltar y cantar hasta desvanecerse. Hicimos una pequeña reunión (éramos seis) y de repente, el chascón del Mousa dijo la frase clave: “Vamos a Cancha, donde esta el Rock and Roll…” y la hormona destructiva me empezó a zapatear y el ojo me tiritó eufórico… “Ya!... yo voy a cancha…” y me metí entre medio de la multitud de chascones.
En la espera a que empezara el concierto, la conversación con mis amigos de años que no veo nunca se hizo entretenida, recordando los viejos tiempos de nuestros improvisados ensayos en el garage de Pablo cuando teníamos tiempo para hacer música. De lo que nos ha pasado y lo que nos va a pasar, volví a ver a mi compadre Chaignau, gran amigo que no veía hace tiempo y así, mientras conversábamos también pelábamos a la multitud que llenaba el recinto… pendejos engrupidos enfundados en la polera negra del grupo mas metal que conozcan, weones mas viejitos con cara de pernos a mas no poder y minas metaleras llenas de weas en la cara que parecían árbol de pascua.
Ya cuando empezó el concierto, el calor imperante entre tanto gueonaje empezó a embetunarme en sudor, lo malo es que la mitad de ese sudor no era mió, era de los chascones que tenía al lado, porque entre salto y salto quedaba la cagá… Además, no faltaba el chascón que movía la cabeza para atrás y con el pelo goteaba todos los pobres mortales que estábamos en su espalda, hubo instantes en que daban ganas de plantar tomates, porque ya la wea parecía invernadero del calor imperante, hasta que se avisparon y encendieron la ventilación que corona al recinto del parque O’Higgins como el mejor lugar para conciertos masivos del país… lo vuelvo a repetir, sonido espectacular para ser un lugar cerrado, aire acondicionado (que funciona de verdad… comprobado in situ), estacionamientos amplios, local de comidas y baños decentes… simplemente, la raja.
El recital fue redondo, el repertorio elegido fue para fanáticos, no tocaron todas sus sandias caladas, tocaron temas que no se escucharon en vivo la última vez que vinieron, el 2005 y eso se agradece. Demás está señalar la prodigiosa interpretación instrumental de los músicos, con un Mike Portnoy que es un show por si solo, una coordinación exquisita y la nitidez que solo “el camello” puede entregar, por qué camello?... porque en los recitales este wn tiene la costumbre de tirar escupitajos a cada rato, de hecho, John Petrucci, el prodigioso guitarrista maestro en las 7 cuerdas, cuando el escenario es chico tiene que tapar con plástico sus equipos porque si no los dejaría pa’ la historia.
Otro punto aparte merece el extrovertido maestro Jordan Rudess, con su teclado giratorio, sus increíbles solos y la parafernalia de su "Fingerboard" y el controlador midi “Zen Riffer”… el mismo que usaban los Fantasmas del Caribe, pero este toca de verdad. James LaBrie esta cantando cada vez mejor… aunque ahora está más guatón, más viejo y hasta tiene tetas… jajaja, pero eso no merma su calidad vocal, como tampoco pasa inadvertido el mas introvertido y menos estrafalario de todos, John Myung, uno de los mejores bajistas de la escena metal mundial.
Finalmente, salimos inyectados en metal del bueno, con la satisfacción y el cansancio de haber estado a 10 metros de los responsables de rejuvenecer en metal progresivo y sudando adrenalina y testosterona. Como en los viejos tiempo, nos fuimos a comer unos completitos a la Fuente Suiza y a tomar unas cervezas a la Plaza Ñuñoa, y quedó comprobado también, que este tipo de recitales siempre sirve para juntarse con los buenos amigos, esos que alguna vez conociste conversando de música con una cerveza en la mano… tal y como terminó aquella noche en la que volvimos a internarnos en nuestro admirado Teatro de Ensueño.

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