12 junio 2006

Fútbol de Barrio... el deporte mas lindo del mundo


Cuando yo era niño, vivía bajo el cuidado de mi tía Lucha, porque mi mamá trabajaba y le daba miedo dejarme solo en casa, el típico caso de la madre soltera. Pues bien, en el sector donde vivía mi tía, había un club de barrio, el mítico Aconcagua Fútbol Club de La Cruz, como cabro chico me metí a las infantiles de la albiceleste (la camiseta era como la de Argentina, tiembla Messi!!!), donde porté orgulloso el numero nueve en la espalda. Se jugaba con pasión, esperando cada domingo para vencer a los rivales, en cancha de pasto… si, porque La Cruz tiene eso… puede ser un club muy pobre, pero el microclima es tan exquisito que el pasto sale solo, incluso en una cancha mal cuidada. Yo me acuerdo que era bueno, salí goleador en un campeonato sub-14 y ganamos el primer lugar con mi equipo, claro que hasta ahí no mas llegué, nunca pude jugar en 3ra porque me lesioné la rodilla y dejé las canchas por un esguince crónico que aun me atormenta un poco (para los que no saben, en el fútbol amateur las divisiones por orden jerárquico de importancia y edades van así: infantiles, 3ra, 2da, 1ra y Viejos Tercios o dicho cuicamente, Seniors).
Entonces, el Aconcagua tenía el típico archirival de las canchas, el temido Parcelas Unidas Fútbol Club… con el cual se armaban las mochas con botellazos de “pilsen” incluidos. Tengo gratos recuerdos de mi paso por las canchas y de lo bien que lo pasaba jugando a la pelota. Lamentablemente, por cosas del destino, de irme a estudiar a Quillota, la Universidad en Valpo y la pega en Santiago nunca más fui a esas canchas y menos a vestir la gloriosa albiceleste.
Pues bien, el fin de semana pasado fui a arreglarle el computador a un primo chico en segundo grado que vive en el mismo barrio que mi tía Lucha. Una vez terminada la tarea, el papá de mi primo, Aconcaguino de tomo y lomo me dice: “Oye gueón, esta jugando la primera en la cancha contra las Parcelas, vamos a ver la mocha”. Un racconto de emociones se me devolvieron a las neuronas y acepté gustoso, llegué a esos caminos de tierra y atravesé la puerta de madera mojada que aun conservaba el mismo pestillo artesanal de palo que yo cerraba cuando chico… caminamos hacia las improvisadas graderías de tabla al ritmo de la infaltable cumbia, del olor a completos y las cervezas de medio litro… niños jugando tras los arcos, todos con sus pelotas, las minas con los coches, las guaguas, los abuelitos atentos al encuentro, la gente alentando a los jugadores por sus extrovertidos alias: “¡Pica poh care’ plato!... ¡Ábrete Guachisnay!... ¡Ya poh Parafina, anda firme!”… en fin… el ambiente familiar que el fútbol profesional envidiaría, en donde las barras bravas no existen y los carabineros son innecesarios, todo amparado por el verde de los árboles a un costado de la cancha y el cerro como espectador principal.
Me siento y veo como en la cancha la lucha es infernal… claro, es el archienemigo, hay que destrozarlo cual Batman despedaza al Guazón. No pasan ni dos minutos y siento la bravura de los espectadores, lo mas finito que escuché fue un descarnado: “métete la tarjeta en la raja pelao conchetumare!!!”, la contienda era a muerte, patadas siniestras y manotazos maleteros, el partido se calentaba y las dos barras ya se miraban muy feo, estaba en mi salsa… años sin sentir esa adrenalina y si no fuera por mi hueso quebrado hace poco, la idea de meterse en la inminente ensalada de combos no hubiese sido tan descabellada.
El partido termino empatado a 2, con dos penales a favor de las Parcelas y un expulsado en Aconcagua, por suerte los ánimos se calmaron sobre el final y no se llegó a las manos, pero de que hubo emoción, la hubo.
La pregunta que se me vino a la cabeza fue: ¿Cuál es el sentido del fútbol?.. A propósito del mundial, la Jóse me decía el otro día que un mes con tres partidos diarios en la tele era una locura “son 22 tontitos corriendo tras una pelota”. Pues si, lo son, pero lo que satisface tanto del fútbol es precisamente lo que nadie se detiene a ver, por que se asume implícito… la alegría y la pena en los espectadores y en los jugadores… la pasión… el juntarse un domingo toda la tarde a compartir con tus vecinos, amigos, familia… el disfrutar de un juego que no te da mas de 22 tontitos tras una pelota… pero que produce un fenómeno que solo los fanáticos vemos y que en el fútbol de barrio esta de sobra: La Pasión.
Me fui feliz, había mucha gente que no veía hace años, sentí pasión y vibré mas que con los partidos de la tele, porque juntar los recuerdos de niño, el deporte rey, la emoción y el sentido de familia reunido en torno a la pelotita… no tiene precio… para todo lo demás existe Mastercard.

No hay comentarios.: